domingo, 11 de marzo de 2012

¿Corazón de granito?

"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra." Ezequiel 36:26-27

Hace unos días estuve mirando un documental sobre una inmensa roca de granito, llamada El Capitán, ubicada en el parque Yosemite, en EE.UU. Decía el investigador, que era tan dura que había que martillar y martillar durante mucho rato (mientras lo hacía), para sacar apenas unas astillas de la piedra.  Era una piedra impenetrable.

Hubo un tiempo en mi vida en que mi rebeldía no me dejaba ver. Puedo decir que estaba ciega. El coraje, el rencor, la falta de amor, me mantenían al margen de la paz. Pensaba que la felicidad estaba en tener "amigos", en salir "a disfrutar", en comprar, en sobresalir en el trabajo, en bailar, en hacer chistes para que los demás se rieran y yo ser el centro de la felicidad de los demás, en resumen: en seguir por la corriente del mundo. Y todo esto, sin darme cuenta que en el fondo había una caldera de coraje en ebullición. Mi corazón estaba endurecido como el gran Capitán de granito.  

El toque de Dios, es tan misericordioso que de inmediato un corazón de piedra se convierte en un corazón tierno, rojo, blando. Algunos dirán, "pero si me ablando me van a herir más". Dice la palabra que en nuestra debilidad es que se perfecciona el poder de Dios porque es Dios quien lucha nuestras batallas, sólo hay un requisito, CONFIAR en él. No importa cuán fuertes sean nuestras batallas, nuestro mejor capitán, el único es Dios. 

¿Quién puede ser más fuerte que aquel que se enfrenta, con los brazos abiertos, sin temor a lo que suceda? Dios te ofrece esa fortaleza.

Tengo un dicho muy personal: Aquel que conoce los síntomas es porque ha padecido la enfermedad. Cuando veo en otros aquello que vi en mí, veo el granito de piedra que un día tuve en mí. Entonces siento tristeza, sobre todo cuando, como hice yo, nos negamos a aceptar que somos débiles y que sin Dios, nada podemos hacer. 

Te invito hoy a que vayas ante Dios y le pidas que examine tu corazón. No temas porque Él no vino a juzgarte sino a comprenderte y a sanarte. Jesús no vino a condenar sino a tener misericordia y perdonar. Sólo debes pedirle que entre en tu corazón y con su amor rompa el cascarón de piedra para que lata tu corazón lleno paz. El te llevará por el camino hacia la verdadera felicidad. Estarás en el mundo pero el mundo no estará en ti.
 "Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad." 2 Corintios 12:9
La gloria sea para el Señor.
Que Él te bendiga ricamente. 

Nereida

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